Un extraño se embosca en el espejo. Sangre de tu sangre, tu enemigo.
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En la asamblea del yo a menudo el presidente está de baja.
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Nuestro nombre es un signo vacío. Cada persona con la que nos cruzamos despeja la variable a su manera.
Nunca sabremos cuántos hombres designa nuestro nombre.
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No confundir jamás la paz con el letargo.
Que fluya nuestra calma hacia alta mar.
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Los estériles aman las prohibiciones que ni saben ni pueden transgredir.
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Para alzar el vuelo lo primero es perder el equilibrio.
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La conciencia del ateo es el más cruel tribunal.
Sin Dios no hay castigo. Pero tampoco perdón.
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Hay canallas tan torpes que acaban por despertar nuestra ternura.
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Los que todo lo quieren no reparan en bajas.
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El chisme es la pálida chispa de placer con la que han de conformarse los castrados.
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Escrutar, en el semblante del ancestro, los rasgos del primate. Y en el espejo al animal domesticado.
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Allí donde triunfa la atroz oratoria de los bárbaros, el sabio parece balbucear.
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Las parrillas de los medios son las partituras de las conversaciones.
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España: ese simpático país en donde todos salen a la calle a celebrar una fiesta perpetua mientras ponen a refrescar en la nevera los cadáveres.
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Quien nada afirma queda bien con todos.
Pero en vano desenfunda las palabras.
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La estadística es la ciencia de la distribución ilusoria de los dones.
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Reconocemos la llegada del amor consumado cuando empezamos a sentir la inagotable locuacidad del silencio en compañía.
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Los guardianes de la métrica olvidan que un reloj, aunque parezca latir a intervalos regulares, dista mucho de ser un corazón.
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La filología es a la poesía lo que la filatelia al género epistolar.
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Lectura y escritura: cita a ciegas donde uno solo comparece.
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La más taimada traición del escritor, cuando reflexiona, es su habitual empeño en desterrar del discurso la primera persona del singular.
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No hay qué ni cuándo si agoniza el para qué.
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El sentido común es el lugar común organizado.
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Allí donde la voz no alcanza el cuerpo toma la palabra.
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Somos la estela de un sueño que la materia se empeña en despertar.
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Bajo la superficie de las cosas, su reverso.
Ir al encuentro de las islas sumergidas.
De Las islas sumergidas, Cuadernos del Vigía (en prensa)