Sé que desapareces
cuando no están mis ojos para verte,
que se pierde en la niebla
del espacio
el nombre que te nombra,
que no eres.
Sé que no tienes forma
sino un trazo indeciso que sostiene,
como una red,
tu ausencia.
Sé el gemido del agua
alzada
de violetas.
Sé la desgarradura
de este cuerpo mortal condenado
a no encontrarse nunca
con su alma.
Sé la salpicadura
de ser
donde comienza
tan infinita
errancia.
De Tres cuadernos de bitácora