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Tu enemigo me guía de tantas maneras
que es difícil saber si es un hombre, un demonio
o un dios nacido de la frente de Siva.
Lleva el sol en la boca
y entra de noche en nuestra casa
para que no se acabe el día
y tardes en hallar mi mano cerca de la tuya.
Y no por combatirme sino porque el combate
lo hace más parecido a ti y menos solo,
me mira fijamente, me alaba y me sonríe como un mago,
me pone entre los dientes las palabras
que despiertan en ti la pena y el tormento.
Tu enemigo conoce a mi enemigo,
le respeta y le ama
y piensa que al juntarse son fuertes y nos vencen,
pero, al convocarle, pierde la batalla,
sin saberlo me guía hasta tu puerta
y, al apagarse el fuego, en la mañana,
hallo tu cuerpo listo, de nuevo,
para amarme.
De Poemas tempranos